Emma
- Sol Martinez
- 19 may 2020
- 3 Min. de lectura
Si creíamos que nos estábamos perdiendo los mejores estrenos del 2020, es porque aún no vimos Emma. Pero primero tenemos que situarnos en un recorrido que inicia en 1815 con la novela de Jane Austen, atraviesa varias reversiones, pasando por la emblemática figura de Gwyneth Paltrow en 1996 y la versión ambientada en un Beverly Hills de los noventa de Clueless, hasta llegar a nuestros días con una versión pop de la clásica comedia romántica. Una versión que encuentra el equilibrio perfecto entre lo clásico y lo moderno, a diferencia de la elegancia de los filmes de los noventa, que quizás encuentran más coincidencias con la estética de The Favourite (2018). La nueva Emma, con sus colores más vívidos y un estilo kitsch, mantiene la frescura y la excentricidad de la original, pero se adapta perfectamente al momento actual, donde predomina la estética, Instagram y sus filtros, e incluso la ostentación. Y es ahí donde podemos empezar a conectar a Emma con otras obras como The Bling Ring (2013), una película de Sofía Coppola con la que comparte su director de fotografía, Christopher Blauvelt.

Emma también es la ópera prima de Autumn de Wilde, una fotógrafa de músicos estadounidense, quien además ha transitado la dirección de videoclips -como el de Big God de Florence + The Machine-. Su carrera impacta directamente en esta producción, que pone en evidencia su larga trayectoria fotográfica, a partir de sus perfectos encuadres y la armonía excepcional de los colores en cada plano. También, De Wilde fue directora y guionista de un anuncio de bolsos de Prada, The Postman Dreams (2015), con estéticas muy similares a las de Wes Anderson, quien está claro que influye en composición de los escenarios que propone la directora. Emma tiene mucho de la simetría y los colores de Grand Hotel Budapest, pero también aparecen nuevamente influencias del cine de Sofia Coppola. Es evidente el paralelismo con muchos de los tópicos de Marie Antoinette (2006), por su casi nulo anclaje histórico, la exageración, la predominancia de lo teen y las mujeres adolescentes frívolas de las películas de Coppola. Incluso, en los decorados típicos de las casas de muñecas que aparecen en el filme, podemos decir que convergen los estilos de ambos directores, pero manteniendo la marca personal de De Wilde en la manera en la que los pone a funcionar.

Mucho de lo singular de esta película tiene que ver con el desarrollo de los personajes. Si bien comparte los ejes centrales de la novela original, la adaptación guionada por Eleanor Catton tiene sus excepcionalidades. El personaje principal encaja perfecto con la actuación de Anya-Taylor Joy, quien tan solo con sus miradas traza el recorrido de una Emma que primero es muy fría e indiferente, y luego, manteniendo la frivolidad, va amoldándose y ganando empatía. Sí está presente la manipulación de la protagonista sobre el resto de los personajes, pero de manera sutil, suave y colorida. Sin embargo, esto está lejos de ser caricaturesco, ya que predominan los lugares comunes, las banalidades, y aparece la risa ligada a la juventud, un tema en el que el clasicismo más solemne no reparaba. Emma es engreída, superficial, pero también aparecen otras cuestiones que no están tan presentes en la novela, y tienen que ver con la la sexualidad y la adolescencia. Y esto nos lleva nuevamente a un tema recurrente en los filmes de Sofia Coppola.
Pero más allá de cualquier análisis, esta Emma del 2020 viene a permitir que nos dejemos llevar por la contemplación, disfrutemos de cada plano, cada color y cada detalle. Y lo hace a partir de un equilibrio perfecto, donde el hedonismo se nos muestra más estético que exagerado e irónico.
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