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  • Foto del escritorSol Martinez

CUARENTENASPLAINING

Actualizado: 7 may 2020

Rutina de 4 pasos para aprovechar tu cuarentena al máximo:

1.Hacé

2.Lo

3.Que

4.Quieras


No hacer nada está bien, hacer de todo también. De hecho, postergué la escritura de esta nota bastantes días hasta que logré poder hacer esto de esta manera un poco desordenada. En estos momentos de aislamiento obligatorio, aparece de manera muy tajante la necesidad de hacer cosas productivas. Y no sólo los influencers son los portavoces de estos discursos, sino que casi la totalidad de las personas que seguimos en nuestras redes sociales, están repitiendo hasta el cansancio una arenga cargada de imperativos con "consejos" para atravesar la cuarentena. Despertate, desayuná un huevo poché con palta, prepará tu brunch, horneá panecillos, hacé yoga. Después almorzá, hacés la digestión con una meditación y culminás con esta rutina fit para no engordar en esta cuarentena (!!!). Merendá fruta, hacete una mascarilla facial, leé un libro, cociná la cena y mirá esta película. Así, en loop. Y no estoy en contra de las recomendaciones, de hecho, parte del espíritu de Somos Cisne tiene que ver con ellas, pero hay una ligera diferencia entre las recomendaciones y las imposiciones. Y no hablo únicamente de películas y libros.


Creo que hay, en principio, tres dimensiones de análisis sobre el fenómeno de la cuarentena que aparecen de manera sistemática. El primero de ellos es el imperativo de la producción. En ese sentido, lo que predomina es esa idea de aprovechar el tiempo para hacer cosas productivas; escribí, leé, cantá, producí, creá, bla, bla, bla. Hace algunos días, leía una nota de la psicoanalista Alexandra Kohan, en Revista Mate, donde decía una frase que me quedó resonando en la cabeza, "¿Cómo se podría leer, escribir, terminar la tesis, ordenar el placard, “aprovechar”, si el mundo, tal y como lo habitamos hasta hoy, ya no está más ahí?". Es exactamente eso lo llamativo, es decir, cómo se trata de tapar la incertidumbre con acciones que corresponden a un mundo que ya no es el propio, y que aunque en un futuro cercano vuelva a la normalidad, no sabremos qué tan normal sea. Por otro lado, el imperativo de la conexión quizás sea el que más dolores de cabeza nos trae: hagamos videollamada, juguemos a los jueguitos, llamame, contestame, respondeme los mensajes de forma instantánea. Todo esto mientras horneamos nuestro panecillo y tomamos nuestras clases online. Entonces, me permito decir que esto es todo lo contrario al aislamiento. Ya no podremos estar nunca más solos, es imposible estar solos, podemos y DEBEMOS estar en contacto con otras personas todo el tiempo. Y el no hacerlo es considerado como falta de interés, lo cual, a mi criterio, es un problema enorme. El afecto que sentimos por nuestros allegados no significa que nos tenga que interesar, necesariamente, qué hacen las 24 horas del día. Es importante delimitar al yo, del otro, para que no se nos termine desdibujando la individualidad. Por último, aparece el imperativo del disfrute, que termina de acoplar el sentido de los anteriores: aprovechá que tenés tiempo, hacé todas esas cosas a las que no te animabas, disfrutá, sé feliz, conectá, relajá. De la misma manera que se nos pide ser productivos y estar conectados las 24 horas del día, por supuesto, debemos hacerlo de manera feliz y con muchas ganas, ya que tenemos el privilegio de tener tiempo libre para aprovecharlo. Y disfrutarlo, siendo felices, por supuesto. Por lo tanto no hay lugar para la angustia, para sufrir, para resistirse al nuevo escenario. Todo parece darse como una transición natural, pero que en realidad no tiene nada de natural. De un día para el otro cambió por completo el paradigma organizador de nuestras vidas, y está muy bien que lo atravesemos con sufrimiento, con desgano, o incluso celebrando ese desgano. Así como no podemos ir con nuestra vara moralizante a medir el dolor de los demás frente a distintas situaciones de la vida "normal", tampoco podemos decidir por los otros en qué medida les afecta la cuarentena y el aislamiento o no. Las recomendaciones van a seguir existiendo, la gente productiva y la falta de motivación también. Si antes no existía momento indicado para acomodar las prioridades, este no puede serlo por mucho menos.


En este escenario, el único modelo organizador predominante parece ser el del multitasking. Mientras escribo esta nota, otros me obligan a hablar por teléfono, responder mensajes con frecuencia, trabajar, leer, limpiar, comer y entrenar a la vez. ¿Cómo podemos producir, hablar con todos nuestros amigos y seres queridos, mientras "disfrutamos" del encierro, trabajamos y respondemos mensajes laborales de cualquier índole en cualquier momento del día, todo al mismo tiempo? ¿Qué tan problemático será volver a dibujar los límites entre la intimidad, el espacio personal, y el resto de las cosas, cuando volvamos a la vida sin cuarentena? ¿Dónde termina la intimidad? ¿Será una transición "natural", al igual que la del aislamiento?


Entonces, si tenés ganas de hacer cosas productivas está bien, si te sentís feliz está bien, pero si tenés angustia y desgano también está bien. No estoy proponiendo hacer lo opuesto, sino romper un poco con la culpa que sentimos si no estamos haciendo "lo que hay que hacer". Así como este análisis es un intento vago de estudiar este fenómeno mientras sucede, con la dificultad mayor que ello implica, tampoco hace falta detenernos a analizar en profundidad y "conectar" con aquello que estamos viviendo y sintiendo. Si el orden sociocultural está suspendido en el aire y detenido, nuestras sensaciones individuales no tienen por qué estar ordenadas.

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